lunes, 14 de abril de 2008

La historia sin mí

El reto es hacer una biopic de Bob Dylan que no parezca monografía RAF de papelería, como ocurrió con esa pintoresca colección de estampitas pasadas al cine que se llamó La vida en rosa, con actuación memorable de Marion Cotillard y puesta en escena más bien ramploncita de Olivier Dahan. De todas formas, era más fácil mostrar la vida de Edith Piaf porque ya está muerta y eso permite establecer algunos temas definitivos (la infancia desgraciada, el talento inexplicable, la autodestrucción) para crear su andamiaje. En el caso de Dylan es distinto, pues se trata de un personaje vivo e inestable como un quarck, que mientras uno intenta describirlo, él puede estar declarando algo que tire todo lo que se haya afirmado sobre su obra y su persona. Un personaje tan complicado –poeta inspirado, icono generacional, innovador musical, cronista, cristiano redimido, judío arrepentido, crítico del american dream, piedra angular del american dream, inspirador y fustigador de movimientos libertarios, iluminado, payaso, símbolo y cliché– es imposible de agotar con un solo actor, una sola anécdota o un solo punto de vista. De ahí la propuesta de Todd Haynes de fragmentar los muchos dylans en diferentes actores e incluso con distintas ejecuciones cinematográficas. Sería como este tipo de películas temáticas (Historias de Nueva York, 9/11, Lumiere y Cía, París, te amo) en las que se pide a varios directores que cada uno desarrolle una historia. El virtuosismo está en que Haynes ejecuta a los seis dylands posibles, y el delirio sigue cuando las historias se suceden sin delimitaciones claras, atendiendo más a temas que al orden cronológico. Si cupiera la afirmación excesiva, Haynes se lanza a inventarse una Intolerancia pop, con Dylan como centro de las historias.
En el casting para interpretar a los distintos Dylans está la siguiente sorpresa: los convocados son Ben Whishaw, Christian Bale, Richard Gere, Heath Ledger, y más audaz, el adolescente de color Marcus Carl Franklin y la actriz Cate Blanchett. El debate de si los primeros cuatro se parecen más o menos a Bob Dylan se va al diablo con los dos últimos actores. Y es que aquí continúan los experimentos: en vez de que cada uno de los actores represente a Dylan en distintas etapas de su vida, más bien lo representan en diversas facetas de su persona. Incluso, ninguno tiene el nombre de Bob Dylan; cada uno asume (en broma o en serio) un nombre distinto, que simbolizan las influencias, las sublimaciones o las leyendas del trovador: Whishaw se hace llamar Arthur Rimbaud; Franklin, Woody Guthrie; Gere, Billy the Kid. Los nombres de Bale (Jack Rollins), Ledger (Robbie Clark) y Blanchett (Jude Quinn) deben contener referencias más oscuras que no sabe descifrar este silvestre escribidor. Al final, lo sugerente es mirar a este Dylan disfrazado/camuflado, que en sus máscaras despliega las contradicciones (y por suerte no los discursos psicocompasivos) del artista.

El cantante de folk Jack Rollins termina de predicador cristiano; el rockstar Jude Quinn coquetea y evade simultáneamente las dinámicas del showbizz, el culto y liberado Robbie Clark culmina en la misoginia y la reacción. Contra la Edith Piaf digna de compasión de Dahan, los Dylans de Haynes funcionan como rompecabezas imposibles de embonar. La historia sin mí no busca ser complaciente con su biografiado, pero gracias a este muestrario de contradicciones magnifica la figura del rockero: es un creador en constante movimiento, con el egoísmo obligado para la renovación constante de su obra; incapaz de establecer dogmas o premisas, porque hacerlo equivale a destruir el impulso creativo y es más importante volver a aprender el arte de escribir canciones que consagrarse con un hierático lema (the answer my friend...); la única constante de Dylan es destruir cualquiera de sus monumentos. Quien quiera una muestra, recuerde el concierto que dio semanas pasadas en el Auditorio, en el que la recreación tan libre de sus rolas canónicas impidió incluso que los avandaropitecus pudieran corearlas a gusto.

La escena a disfrutar: el enfrentamiento en el auto de Jude Quinn con el periodista del Times, que antecede a la canción "Ballad of a Thin Man". El riesgo que queda como cabo suelto: que el intento de ilustrar a toda costa la cinta con las rolas de Dylan, de pronto la hagan parecerse a la horrorosa A través del universo que hizo mierda las canciones de Los Beatles. El lugar común: decir que Cate Blanchett está impresionante. La referencia intertextual mamona: toda la parte de Quinn está filmada siguiendo las texturas, técnicas y recursos del 8 1/2 de Fellini. Y más aún: cuando todos quedan congelados y Quinn descubre a Edie Sedgwick apareciendo por el bosque, es completo pastiche de Mastronianni descubriendo a Claudia Cardinale en el parque del inicio de la peli de Fellini.

La historia sin mí, al final, es una película de un hombre que tiene una guitarra y que con ella hace canciones. Los adjetivos posteriores son meras ganas de especular.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

En resumen, no sé si verla luego de la indeterminación de tus palabras, lo demás, supongo, también sería especular.

Emilio dijo...

La parte de Jude Quinn y la de Blly the Kid son, como tantas rolas de Dylan, desconcertantes, especialmente la "Ballad of a Thin Man".
A mí me gustó la parte con Heath Ledger (aunque es probablente la menos original): la acompañan mis rolas favoritas de Dylan, más románticas y menos abstractas, especialmente las que pertecen al Blood in the Tracks.
Me gustó que la película mostrara los trenes y la promesa de otra vida que encarnaban para el jovencísimo Dylan/Guthrie.
De agradecer que no utilizaran Blowin in the wind y un poco choteado meter like a rolling stone al final.
Me gusto mucho la reseña; interesante el dato de 8 1/2.
Saludos

Defeña Salerosa dijo...

Yo sí la quiero ver, las películas que reseña el rufián, por lo general valen muchísimo la pena. Me genera mucha expectación, a ver que tal me va.

Cynthia Ramírez dijo...

No me queda claro:

Si la veo y ME gusta ¿he de culparte o agradecerte?; pero si la veo y NO ME gusta ¿he de culparte o agradecerte?

Lata dijo...

A ver... "La vida sin mí", no es la de Isabel Coixet? Estoy confundidita... Chale, eres filosito... puaf...Tengo muchas ganas de ver la de Dylan, pero no ha llegado. La pasaron en el Festival de Morelia... y no alcancé.
Habrá que esperar...

El Rufián Melancólico dijo...

ups, Lata, tienes razón, es "La historia" y no "La vida", horrendo error (ya corregido)... gracias por avisarme y bueno, gracias a los demás por los comentarios, y sí, vayan a verla Lear y Defeña y Cinthya y espero sepan disculpar la ambigüedad (según yo creía dejar claro que era buenísima, pero siempre me enredo, la vida en general es desgraciada pero sobre todo cuando me hago bolas redactando)

Jo dijo...

sin duda la vere, no se que tan pronto., a veces creo que me hace falta tener tiempo.

ah y espacio... porque entre marchas y adelitas....

hay algo que dijiste y se lo colgaria tambien a AMLO solo eso porque ni es talentoso ni genio.

" mientras uno intenta describirlo, él puede estar declarando algo que tire todo lo que se haya afirmado...sobre su persona"

lo siento

Anónimo dijo...

La peli a mi me gustó rete harto, pero por momentos se vuelve un poco solemne, eso no lo entendí. Tanta libertad cinematográfica, tanto manoseo de estilos, tanta cita oscura y tanto actor disímbolo y disimulado para lograr momentos verdaderamente aburridos por solemnes y cargados de demasiada significación.

Valiosa la aportación felinesca