miércoles, 20 de agosto de 2008

Por una ciudad de minifaldas

Mi idea de la desgracia: una ciudad sin minifaldas. Luergo entonces: el DF es una ciudad desgraciada. Por supuesto que ya me sé todos los argumentos de las muchachas para no usar minifaldas: las miradas lascivas, los acosos burdos, lo incómodo de tanto gandalla, la depilación y lo comodísimo de unos jeans simplones apenas insinuando lo que en otro caso se adoraría. Por supuesto que tomo nota de los agravios, y estúpido que soy, cargo a cuestas todas las culpas de mi género y cuando alguna chica aparece de mini evito la mirada obvia y me asalta la vergüenza y de soslayo atisbo y sonrío y me susurro El Mundo Es Bueno. Porque tan escasitas son las falditas en el DF, que cuando una chica se atreve la sorpresa es doble: porque de verdad qué lindas piernas tienes y porque de verdad, qué atrevida de usarla en una ciudad tan culpígena en su erotismo.
La desgracia inicia con las palabras: la hembra
provoca y el macho es incontenible. Y hay algo de cierto en la mujer que quiere atraer y el hombre que se exalta, pero los términos -provocar/no contenerse- vuelven horrendo lo que debería tener más poesía: Ella florece y Él idolatra; Ella ilumina y Él resplandece; Ella es el centro y Él gravita, baila, imagina, recita, seduce a la seductora y el mundo tendría sentido si amaneciéramos juntos en un cuarto con una botella de vino y el olor a sudor del enpierne satisfecho.
Pero el DF realiza esto desde la culpa, lo no dicho, lo prohibido. Los chilangos no nos seducimos: negociamos la seguridad de nuestros acostones. Ella tiene un tesorito y Él debe hurtarlo como trofeo de guerra; Ella se entregará si Él asegura trabajo duro auto hijos comidas domingueras con sus papis; Ella hará muecas si Él sugiere hurgamientos sin garantías de futuros; Ella está atrapada en su doncellez inmaculada; Él desespera en su chaqueta intraducible.
La separación en el metro de mujeres y hombres es la alegoría más triste de nuestra sexualidad miserable: quien quiera entender el fracaso del erotismo chilango debe contemplar esos rediles tensos de vacas y bueyes en la estación Pino Suárez: hembras desválidas de tanto paternalismo; machos estigmatizados como violadores potenciales; desconfianza y resentimiento, sobreprotección y rencor: quien quiera entender la eyaculación precoz y la anaorgasmia, sólo debe asomarse a la segregación de los vagones naranjas.
"Pero es que sí se pasan de lanza", "pinches viejas, calzones apretados", "estúpidos imbéciles babosos", "chale, ni que estuvieran tan buenas".
Los equilibradísimos estudios de género indicarían que Ellos deberían educarse. ¿Ellas deberían educarse también? ¿Conocer al otro como un sujeto tan imperfecto como ellas, y no solamente ver en él al patán o al violador? Mientras se debate el huevo o la gallina, la ciudad florece con sus pants de motitas y sus suéteres holgados sin imaginación. Como si no fuera suficiente, los sexistas autobuses del transporte Atenea insisten en hacer más misterioso el misterio femenino, más inaccesible a los trogloditas que desde lejos miran a las mujeres que no se merecen. Nos atisbamos desde lejos como cabrones y fruncidas, como garañones y putas, porque no existen los espacios y los riesgos para vernos/desearnos/cortejarnos como personas. Mientras se insista en el paternalismo hacia las mujeres y la estigmatización hacia los hombres, seguiremos siendo islas que nos sublimamos en páginas porno y
chick flicks.
(Aquí debería seguir la parte donde hablo con pedantería de ciudades decentes -Mi Buenos Aires Querido, y dicen que también Barcelona, y hartas falditas mulatas que vi en Cartagena, y Budapest tan gimnasta y tan gloriosa, y obvio que Nueva York obvio, y Tokio tan benditamente manga, y agréguenle casi casi cualquier ciudad más-, donde la minifalda no es misterio, donde las mujeres se afirman y se gozan ostentando el chamorro y los hombres titubean pero les invitan un trago y si se gustan se bailan y si se bailan se besan y si se besan siguen más y más allá, pero mejor me guardo la pesada presunción primermundista y mejor concluyo con sentencias excesivas: una ciudad con minifaldas sería una ciudad con un erotismo maduro):
Una ciudad con minifaldas sería una ciudad con erotismo maduro. Una ciudad con minifaldas sería una ciudad de hombres y mujeres que han superado el miedo y la ebullición del impulso y han aprendido que la falda corta es un festejo que pide vino, charlas en susurros y roces de labios en los cuellos. Una ciudad con minifaldas no le temería a la putería, al gozo del cuerpo, al baile trasnochado, a la mano larga sin tabúes, a la cachetada con arrestos. Y una ciudad con minifaldas ebulliría con botas largas, medias caladas, tacones hirientes, tangas furtivas... pero bueh, esto es el DF, y si la vida es en el DF, a tolerarlo, pues. Por lo pronto yo me voy al Hi5 a ver a las rumanas.

UPDATE: EN EL QUE SE EXPLICA DE LO QUE SE SUPONE QUE ORIGINALMENTE DEBERÍA TRATARSE ESTE POST: De la ley que les prohíbe a las muchachas sinaloenses a usar minifaldas en las prepas, quesque para prevenir de acoso y violencia. Y creo que el post debía odiar esa decisión tan pinche, porque tan bonitas las sinaloenses y de pronto obligadas a las murgas burocráticas, en vez de garantizarles seguridad, respeto, y más bien tener a los chamacos rijosos a régimen de cubetadas de agua fría pa' que se acostumbren a no enloquecer (ay, Dios, qué dificil) ante tanto contoneo carnavaleando tan meritorios muslos. Pero de ahí quien sabe por qué acabé concentrándome en el triste, triste, triste antiminifaldismo de esta triste ciudad.

UPDATE QUE SE QUIERE POLÍTICO: Desde que el cabo Totó ganó tan pristinamente la presidencia de este rancho me prometí no volver a votar en mi vida, pero corrijo: votaría por quien prometiera generar el ambiente propicio para que más muchachas usaran minifaldas en la ciudad. Porque insisto: apostar por la minifalda es apostar por la madurez sexual. Por una educación sexual que rebase el uso de los hulitos y la deconstrucción de las cigüeñas. Una educación sexual efectiva sería aquella que también validara el placer de las miradas y los tactos y los tragos y el vengase pa'cá. ¿Feminismo? ¿Machismo? Hedonismo. La vida es una y demasiado corta como para fingir beneplácito por las mezclillas y los pants.

UPDATE QUE CONVOCA: A las lectoras de este congalito, para que manden sus fotos de minifaldas al correo del perfil y sean publicadas como Proclama Del Derecho A Decidir Sobre El Cuerpo y todas esas zarandajas feministas. La minifalda fue la prenda política de los sesenta: regresemos a esa altísima forma de expresión social y cultural. Hagamos política con nuestros cuerpos. Con nuestras identidades (ja, ¿alguien creyó en mi elocuencia nomás pa' chismearles el piernaje? Aún así, quien contribuya...).

UPDATE ARREPENTIDO. Ya es retarde, por eso escribo tanta tontera. Mejor me voy a ver los clavados de Paola Espinosa. Sí-se-puede-sí-se-puede. Splash.

sábado, 9 de agosto de 2008

Profesional

Uno
El próximo lunes entrevistaré a una de estas cantautoras que fusionan lo requeteoriginal de su origen autóctono con ritmos contemporáneos
nice y lo envuelven en estuches de cartón corrugado para que parezca más auténtico y orgánico (como la Pepsi Retro pero en disco putumayo). Antes, su relachonchips me pide que vaya a escuchar el disco que va a lanzar, para conocerlo y hacer las preguntas pertinentes sobre él. Es la primera vez que me toca ir a estas escuchas previas para periodistas, imagino que será práctica común de la fuente de música. El punto es que el jueves hacia las once de la mañana estoy en la disquera, saludos amables y el típico chistorete insulso de cordialidad. Junto a mí hay otros ocho periodistas. La cantautora putumaya nos saluda desde la laptop de su relachonchip y después ponen el disco. Música cumbianchera salerosa, de ésta que intuitivamente hace mover los pies. Se me ocurre que la mejor forma de apreciar el disco sería bailarlo, sobre todo con una de las periodistas, argentina de mirada iracunda harto seductora. Pero miro al grupo y todos se mantienen pétreos, escuchando con exquisita autosuficiencia. Hacia el quinto o sexto track, alguna lanza una risita tímida por el chiste populachero-a-güevo de una de las canciones. Hacia el octavo, la argentina iracunda mueve la patita cruzada. Me parece artificial tanto hieratismo para música tan bullanguera. Pero como al pueblo que fueres haz lo que vieres, sostengo el gesto estoico, profesional. Se va aprendiendo, ni modo que enseñe el cobre como hace tres años, cuando

Dos
Viaje de tres días a Ensenada para conocer los viñedos de Santo Tomás, LA Cetto y Monte Xanic. Ahí debíamos ser unos veinte periodistas. La mayoría, de revistas
lifestyle que reseñan restaurantes y destinos playeros. Nuestra guía es una mujer madura, sommelier profesional, que nos hace curso intensivo de uvas y caldos y cosechas y formas de fermentación. Pocamadre todo. Y al lado va el aprendizaje de este estilo de vida plácido, elegante, hedonista, de la bebida adecuada y el queso pertinente y las carnes frías indicadas. Maridaje de platillos y vino, pero de banquetes y comensales también. Se toma el vino como se comentan los libros de Sándor Márai. Con pasión contenida y sereno fervor.
Pero al llegar a Monte Xanic nos atiende una rubia espectacular. Espectacular su pinta, mucho más su actitud. Desde que se presenta y recita la introducción corporativa de los viñedos de Xanic se advierte su crispación. Pero media hora después, cuando ya estamos frente a los vinos, se le desconfigura el sistema y empieza a ser adorable de verdad.
-Ya fueron a Santo Tomás y a Cetto, ya les hablaron de los taninos y las cosechas y esas monsergas, yo voy a explicarles qué tipo de vino es mejor para cada forma de amar.
Yo estoy tan arrobado que apenas noto que los otros periodistas se miran desconcertados. A ella le vale madres, rápidamente suelta una cátedra que es una pena no haberla grabado. Porque explica que el Cabernet 2003 es para un romance ocasional, "ese chico que conoces en el bar y usa camisas lindas y huele a buen perfume y sabe hacer pasta y pone baladas de Lenny Kravitz, pero que le falta eso, ese aaarrgghhh imperfecto (y ella se emocionaba al pensarlo) y por eso sabes que la cosa no pasará de una noche, pero te esmeras y te pones lencería linda, y sabes que le bailarás algo sexy pero cuando ves tu cava entiendes que en el fondo no pasa de ser un Cabernet 2003. Brindemos por este lindo y prescindible bebé", dijo, le dio el trago largo, los demás paladeamos educadamente, ella abrió los ojos, le extrañó:
-Ya cataron con Santo Tomás y Cetto, aquí beban placer y desdicha, que el vino también es para eso. Porque por ejemplo, este Merlot...
E insisto que fue una pena no haberla grabado, porque en cada vino había una historia, y en cada historia había delirio y amargura, y el trago rápido, y la comitiva
lifestyle cada vez más desconcertada, y yo más que listo para ofrecerme como felpudo de tan impresionante dama. Escuchándola aprendí que Merlot era retador e inquisitivo, para pelearte al punto de la bofetada y resolverlo todo con un acostón fulminante; que Pinot Noir sería mejor al extrañarlo que al tenerlo al lado, que con Cabernet-Merlot era obligado el amor fou y depresión posterior de seis estrictos días (dedicarle más tiempo era una soberana estupidez), y aún me estremece cuando la recuerdo llegar al Syrah y asegurar: "Éste es para el hombre de a de veras. El que no conviene, el que te incendia, el que te va a destruir la vida. El que quieres tener en la cama ahora, sin concesión".
Para entonces nuestra guía sugirió que sería buen momento de pasar a la comida, la representante Xanic aceptó, no sin antes pedirle a sus chalanes que llevaran tres cajas de vino para el convite. Comimos perdices bajo un toldo mamuco, que estaba al lado de un lago con gansos. Apenas se servía, la chica Xanic quiso indagar con las reporteras quién tenía la más escabrosa historia de amor. Ellas respondieron evasivas, incómodas, nuestra guía intentó llevar la charla por las formas en que Monte Xanic comercializaba sus productos, Chica Xanic dio respuestas vagas, abrió otra botella, recomendó los antros de Ensenada donde podía conocerse a los facinerosos más inquietantes, después se resignó a charlar con los tres que le seguíamos la mala copa, nos contó (y viene otra botella) su fascinante historia de modelo adolescente, anoréxica temprana, amante de político que la dejó abandonada en Baja California, redimida por poetas tijuanenses, estrella local de performances feministas, locutora nocturna, y ahora relachonchips de Monte Xanic, y ahora tres novios y ni por cuál decidirse, y ahora otra botella, y si no obedeces al espíritu del vino el vino te da la espalda y su ausencia es brutal, y viene la última botella (y hubo dos más después de la última) y quien quiera encontrarla esta noche ella estará en tal bar, y habrá otros amigos, y lo importante del vino es hacer amigos, y nada más terminamos esta botella y después regresan a su hotel.
Hasta ya subidos al autobús supe varias cosas, como por ejemplo: a) que yo iba pedísimo; b) que el resto de la comitiva estaba indignada; c) que mi adorable Chica Xanic podría tener sus días contados en la empresa por su comportamiento tan poco profesional.
Intenté explicarle a nuestra guía que, de todo el viaje, justamente Chica Xanic había sido lo más importante, porque aterrizó la experiencia del vino a la experiencia de vida, porque sus ojos azules eran más solitarios que toda la costa, porque urgía destapar otra botella para brindar por su siniestro destino con el hombre Syrah. Pero sospecho que con todo lo profesional que era, la guía sommelier aún no alcanzaba a traducir los balbuceos beodos recientemente bendecidos por una epifanía.
Al otro día, los tres crudos que adoramos a Lady Xanic soportamos con estoicismo el desdén de la comitiva. Por suerte, lo que restaba era el vuelo de regreso al DF. La historia más importante fue ésta que no pude escribir en la revista que me envió a Baja California.

Tres
No recuerdo a cuento de qué, una amiga y yo nos describimos lo que cada uno entendía como "profesional". Ella lo relacionaba con lo bien pagado. Yo lo relacionaba con la farsa. Obvio, ella gana mejor que yo por su actividad profesional. Yo tengo claro que estoy engañando a mis contratantes cada vez que afino mi gesto y hago mi comentario pedante de escribidor profesional. Atrás de eso hay un gandul que sabe retorcer tres lugares comunes y con ellos adorna algún tema aburrido o fastidioso. Lo propio ocurre en un espacio ajeno a esa redacción ascética y convencional. Lo propio pocas veces existe en las revistas. Ni siquiera estoy seguro de que exista en la criación, esa parcela tan ortodoxa y limitada porque incluso ahí se debe respetar a esa institución llamada literatura, con sus vigías y sus santones y sus jueces impostados.
Profesional también lo relaciono con acartonado, neurótico, pretencioso, hipotecado. En consecuencia, un tanto imbécil. Con cara de Calderón. Igualito, pues. Pero de eso se tratan los cheques y de los cheques depende el cine, las novelas y los lugares donde aún se puede beber y fumar. De ahí que uno perfeccione la máscara hierática de profesional. Aunque se envidie el impulso de la chica Xanic. Aunque no se pueda bailar con la argentina iracunda. Qué se le va a hacer.

lunes, 4 de agosto de 2008

¿Sería muy ojete si

me pongo a revisar morosamente los comentarios a la Despedida de Alejandro Aura e intento clasificar cuál es el más original, el más discreto, el más fino, el más aguzado, el más pretencioso, el más arribista, el más miren-qué-chingón-escribo-despedidas, el más informativo, el más críptico, el más miren-qué-de-pelos-me-llevaba-con-Aura, y después me atrevo a refunfuñar mi desconcierto por tanta dolorosa alma dolida que ha encontrado brillantísimo escaparate para sacar a relucir su erudición su emotividad su nostalgia su impulso poético su creatividad?
Sí, sí sería ojete, mejor no.